Leyendo una noticia acerca de la evolución y crecimiento de los carriles bici en Sevilla, no he podido evitar sentir envidia y cierta rabia por la tremenda distancia que todavía separa a Madrid de muchas otras ciudades donde la implantación y la apuesta por la bicicleta está cambiando el panorama de la movilidad urbana radicalmente.
Hoy por hoy, no parece necesario explicar porqué la bicicleta supone una alternativa real, viable y muy posible frente a otros modos de transporte. Las ciudades donde la bicicleta funciona, mejoran la movilidad del ciudadano en distancias medias de manera exponencial y los sistemas de préstamo de bicicletas son un éxito rotundo allí donde se ponen en práctica acompañados de los recursos necesarios para ofrecer un servicio competitivo.
Sin embargo Madrid está aún muy lejos de esa situación.
Hace ya algún tiempo, se hizo público el famoso Plan de Movilidad Ciclista donde se expone de una manera un tanto vaga, cómo será la implantación ciclista en Madrid, hecho que para algunos, significó un puntillo de esperanza en la política de movilidad de este consistorio. Sin embargo, el tiempo corre y las medidas apenas llegan. Sólo cabe destacar algún tramo corto no muy céntrico inaugurado gracias a las inyecciones del PlanE y los numerosos aparcamientos para bicicletas que se han dispuesto por toda la ciudad. Pero de crear los prometidos itinerarios transversales, nada. Ningún carril bici urbano de verdad, por zonas céntricas y densas, por donde los ciclistas tengan posibilidad de pasar para hacer algo útil en su vida.
Todo lo que tiene Madrid es una especie de M-40 ciclista, mal trazada, aislada e infrautilizada que sólo sirve como divertimento para los ciclo-domingueros más aventureros; algún carril bici en el extrarradio que te lleva de ninguna parte hacia la nada; y un carril bici en la ciudad universitaria actualmente bloqueado por las obras del faro de Moncloa.
Y para colmo, los pocos carriles bici que existen, están trazados con criterios de pseudodiseño urbano de mínima calidad y que demuestran un pobre conocimiento de la bicicleta. Sirva de ejemplo el carril bici del pasillo verde ferroviario, que nunca llegará a funcionar bien, debido a un trazado que asimila la bicicleta al peatón, en lugar de aproximarla al resto de tráfico rodado; obligando al ciclista a parar en cada paso de cebra, dando continuos rodeos en cada bocacalle y esquivando a los peatones que gracias a la unidad del carrilbici con la acera, deciden apropiarse de éste dado su escasísimo uso.
Parece que la tímida apuesta del ayuntamiento por la bicicleta, tenga la voluntad de convencer al madrileño de que la bicicleta no es viable, que los carriles bici son un desperdicio de espacio y de dinero, y que por algún extraño motivo, Madrid no está hecha para ir en bicicleta.
Nada más lejos de la realidad.
¿Y las cuestas?
ResponderEliminarEs uno de los argumentos que más se suelen esgrimir. ¿hay ciudades en pendiente con la bici bien integrada? ¿Falta realmente un plan serio, o en verdad la imposibilidad de la bici es cuestión del mal ordenamiento urbanístico endémico de la ciudad? Sobre la bici en la periferia, es curioso que los carriles bicis de muchas ciudades lleven hasta las ciudades empresariales-tecnológicas por recorridos que enlazan las ciudades dormitorio y que en cierta manera descongestionan las arterias. pero, ¿Cómo puede llegar un ejecuta hasta Las Tablas si no es en coche por muy "moderno" que sea? ¿Las distancias son las mismas? ¿Se puede comparar una megalópolis como Madrid con cualquier otra ciudad de bici-voladores?
mokho dixit.
El argumento de las cuestas es efectivamente uno de los preferidos para aquellos inmovilistas de culo acolchado, flotador incorporado y coche a la puerta. Lo cierto es que algunos recorridos con demasiada cuesta serán muy difíciles de practicar para muchos, pero no se trata de posibilitar un uso exclusivo de la bicicleta para todos los trayectos urbanos, sino de emplearla como una alternativa más, del mismo modo que ahora puedes escoger entre el metro o el autobús.
ResponderEliminarEsta intermodalidad de transporte no es cosa nueva, y la bicicleta debería entrar a formar parte del sistema como un elemento más, no como algo excluyente. De ahí la importancia de los sistemas de alquiler y las facilidades para transportarla en metro, tren o bus, cosas que permiten al ejecuta que comentas usar la bici para ir al tren, meterla dentro, llegar a chamartín y seguir en bici hasta las Tablas, por ejemplo.
Para que este ejecuta se anime a hacerlo, el cuento es otro, pero el argumento con más gancho debería ser el tiempo y la comodidad de ahorrarte esperas al enlazar transportes, pues la bicicleta arranca cuando uno quiere y permite la elección del recorrido de un modo activo, lo que reduce muchísimo la monotonía diaria y transforma el desplazamiento pasivo, en algo activo equiparando la bici al coche en cuanto a "libertad de elección" se refiere.
Y encima no gasta gasofa.
¿Te convence?
Es cierto que el argumento de las cuestas, de primeras tira para atrás. Pero no hay un único camino para llegar a cada destino. Siempre puedes encontrar una ruta alternativa más suave y que puedas disfrutar. O ¿no es cierto que cuando el centro está atascado, uno se busca la vida por la m-30?
ResponderEliminarY hoy por hoy, la combinación cercanías-bici es muy buena opción. Esperemos que en un futuro se traslade también al metro.
Sin duda y con todo mi apoyo, la clave está en ofrecerla al pueblo para "emplearla como una alternativa más, del mismo modo que ahora puedes escoger entre el metro o el autobús."
ResponderEliminarIncluso pienso que con un buen estudio y construcción tendría éxito en ciudades tan correosas, en lo que a cuestas se refiere, como Vigo.