Gastando horas por la web me tropecé con este interesante artículo en el que se analiza minuciosamente por parte de una chica nórdica la impresión que se lleva de España, tras una estancia temporal en nuestro país. Es curioso ver cómo pasea por todos los tópicos tipical Spanish para desmontarlos en su mayoría con argumentos a veces fofos, a veces extremadamente contundentes.
Uno de sus máximos aciertos, a mi parecer, es el detectar la dualidad amor/odio que los españoles tenemos hacia nuestro país y que en mi caso, podréis verificar al terminar de leer este post. Cito textualmente: "Los españoles son muy nacionalistas, tratan de pretender que no es así, critican a su propio país y hasta lo califican de "el tercer mundo" cuando el nivel de vida es muy bueno pero si algún extranjero intenta hacer lo mismo en lugar de escucharle y tratar de entender sus razones le atacan inmediatamente. Los españoles en el fondo tratan de conciliar dos actitudes opuestas: la de avergonzarse de su país y la de creer que su nación es la mejor del mundo".
También me parece que da en el clavo cuando comenta el frío que hace en nuestras viviendas. De hecho conozco más de un caso de extranjeros que pasaron un año sin salir del catarro constante tras disfrutar las fantásticas condiciones de la vivienda sin aislamiento ni calefacción typical madrileña sólo apta para estudiantes, emigrantes y viejos sin recursos (ups! que no me caben tantas puyas en una sola frase, leñe!).
Ahora. Todo este rollo anterior sólo me sirve de preámbulo para lanzarme a la carga contra la afirmación que más me escuece del comentario de esta chica: España no tiene alma.
Creo que esta afirmación sólo puede deberse a la tendencia actual que intenta aplanar todo tipo de realidades resumiéndolas en una idea, un concepto, un icono fácilmente diferenciable que sirva para distinguir algo entre el todo. Y no es verdad.
Más allá del tono pesimista con el que el blogger despide el post, creo que no se le puede dar crédito a afirmaciones de este tipo. Parece que el problema consiste en que los clichés exportados internacionalmente como la siesta, los toros, el flamenco y la paella no están presentes en nuestro día a día. Lo siento. Puede suceder entonces que estos clichés estén equivocados. Puede que el problema resida en que Francia y su centralismo enfermizo exporta París con su Notre Dame, su torre Eiffel y su Montmartre para que los millones de turistas que deambulan por sus calles estén contentos de ver lo que ya sabían que iban a ver desde antes de coger el avión. Puede que en España no pase eso. Puede que no podamos vender nada más que sol y playa, a pesar de contar con un patrimonio enorme en todos los sentidos, pero eso no será por dejadez nuestra, sino por desinterés foráneo.
Puede que no podamos resumir nuestro país en la capital, porque la complejidad que abarcamos es tal que ni siquiera una megaciudad fragmentada y heterogénea como Madrid podría acoger tal diversidad. Puede que necesites diez años para descubrir que de Galicia a Murcia, o de Andalucía a Cataluña hay un abismo cultural, mil diferencias en todos los aspectos. Podríamos ser veinte países, pero sin embargo aún somos uno. Quizás partiéndonos en mil pedazos resultaría más sencillo encontrar la clave, el secreto del alma de cada trozo, pero por ahora España es variedad y para encontrar su alma, hay que tomarse un tiempo, supongo.
El alma no se puede explicar. No se puede resumir. Y dudo mucho que exista algún país sin alma, del mismo modo que no existen personas sin alma.
viernes, 8 de octubre de 2010
domingo, 3 de octubre de 2010
Ni optimistas, ni agoreros.
Sobre la crisis inmobiliaria, parece que ya esté todo escrito. Sin embargo, hoy reclamo mi derecho a dar el peñazo un poco desde aquí. No es que vaya a descubrir la pólvora, pero al menos no hago negocio diario bombardeando miserias e insuflando desesperanza como hacen otros (recomiendo el especial pre-parados de El País, todo un alarde de optimismo y alegría para una juventud que lo tiene jodido).
Y es que si hace dos años había que lanzar mensajes optimistas y hacer pronósticos alentadores, ahora está en boga todo lo contrario. Los que antes confiaron en el crecimiento de la economía como algo lineal y llamaban agoreros a los cautos que advertían de los peligros, son ahora los que exigen medidas reguladoras o piden ayuda para reflotar sus negocios. Nadie niega la existencia de la famosa burbuja inmobiliaria y todo el mundo cree que la vivienda era y sigue siendo demasiado cara.
Buscando información sobre todo esto, me topé con un vídeo de hace tres años producido por la BBC. Quizás en su momento podría sonar un poco a envidia, cuando las empresas españolas devoraban a las inglesas (sobre todo bancos) con el dinero que ellos mismos nos prestaban para sostener el enorme crecimiento de nuestra economía. Era la época en la que aún jugabamos en la Champions League y los avisos no se tenían en cuenta.
Parece mentira, pero el vídeo acertó en casi todo, y digo casi porque la única cosa positiva que vaticinan es lo único que aún no se ha cumplido: llevamos ya dos años de crisis y paro, de hipotecas que se ejecutan, de pisos que no se venden, pero los precios no bajan. O no bajan suficiente. La burbuja aún tiene aire, parece.
Eso sí, tal y como refleja este otro vídeo, a pesar de que la situación es ya insostenible, parece que los promotores no tengan ninguna prisa por vender y prefieran esperar el tiempo necesario antes que bajar los precios drásticamente, reduciendo su beneficio, sí, pero aliviando su stock y por tanto recuperando en parte su capital.
Sólo me queda imaginar algunos porqués.
El primero que se me viene a la cabeza tiene que ver con cuentas en Suiza y dinero negro. Dudo que los promotores grandes estén ahora pasando hambre.
El segundo, y el que me pone de más mala leche, me recuerda las palabras de un buen profesor de urbanismo cuando nos explicaba (en pleno boom ladrillero) porqué el mercado inmobiliario no se regía según las leyes de la oferta y la demanda. Básicamente afirmaba que era la banca quien sobrevaloró la vivienda con el fin de prestar más dinero y ganar aún mucho más cuando se lo devolvieran. En el panorama actual, donde las hipotecas se están ejecutando, la banca no puede permitir que los precios caigan, pues arruinaría sus balances al tener que devaluar una parte grande de sus activos actuales: pisos que la gente no puede pagar.
Conclusión: el día que los precios de la vivienda bajen, la banca española se irá al garete, pero quizás tu puedas comprarte un pisito en Vallecas, aunque no tengas trabajo ni ganas de tenerlo.
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